Por Qué Debes Pensar Menos y Actuar Más (Y Cómo hacerlo)

Nuestra inteligencia está sobrevalorada.

Creemos que pensando bien las cosas, eventualmente podremos dar con la respuesta correcta y solucionar nuestros problemas casi sin mancharnos las manos.

Pero pensar (demasiado) es el somnífero del emprendedor.

Si queremos lograr cosas reales debemos aprender a pensar en su justa medida y entender que, como mejor se piensa es tomando acción, sobre algo real, no en lo abstracto.

Es una cuestión de proporciones

La cuestión está en cuánto tiempo dedicamos a pensar y cuánto a ejecutar.

Partamos de la base de que las ideas caducan (no estarán «frescas» toda la vida) y que el impulso de hacerlas realidad también caduca.

Todo el tiempo que invertimos de más intentando adelantarnos al futuro o prever el desarrollo de los acontecimientos es tiempo que estamos perdiendo de acción.

En lugar de intentar pensar para actuar, debemos actuar para pensar. Dejar las ideaciones y abstracciones sobre cómo creemos que se van a desarrollar las cosas y, de hecho, hacerlas realidad.

Tengo un amigo emprendedor que lanzó su negocio online. Preparó su landing page para captar clientes y empezó a analizar las interacciones en su web en los primeros días. Prolongó dos semanas más el análisis. Y, tres meses después, seguía royendo datos en su despacho.

Cuando se quiso dar cuenta, su negocio estaba en un callejón sin salida porque había pensado y pensado, analizado y vuelto a analizar confiando en que daría con «la clave»… Y se alejó de hacer las cosas realidad.

En cambio, la acción y los resultados sí que nos darán argumentos sólidos para pensar y tomar las mejores decisiones. 

Ya seas emprendedor, intraemprendedor, gerente de un negocio o un departamento, recuerda: no cometas el error de mi amigo. Analiza lo justo, idea la solución lo justo y toma acción lo antes posible.

Buscando la proporción correcta

Después muchos años dedicados a la transformación de negocios, creo que he encontrado una proporción adecuada entre ideación-acción (al menos a mí me ha funcionado muy bien):

Piensa el 20% del tiempo, actúa el 80%.

La gran idea de fondo es que si queremos tomar las mejores decisiones nos debemos basar en datos y, para tener datos, debemos hacer algo real lo antes posible.

La innovación y la mejora continua NO son un proceso lineal que arranque en un pensamiento y termine en una acción, sino que son una serie de ciclos consecutivos que se retroalimentan entre sí.

Se trata de acelerar el tránsito por este ciclo.

Cuanto más rápido vayamos, más tiempo ganamos y más rápido aprendemos.

Vamos con un ejemplo

Si decides hacer folletos para informar a tus clientes de algo, ¿cómo lo haríamos? (elige la respuesta correcta).

  1. Invertimos en crear los folletos bonitos (impresión, diseño, etc.) porque conocemos a nuestro cliente y sabemos que será lo mejor
  2. Preguntamos a los clientes si les gustaría tener la información que queremos dar en folleto por escrito
  3. Lo hacemos en una tarde con la impresora de la oficina para ver cómo va y ya decidimos

La opción 1 es tirar dinero por la ventana, porque no sabemos si el clientes lo va a valorar y nos basamos en una intuición porque no hay un dato sólido que respalde la inversión.

La opción 2 es obtener datos incompletos. Todo el que haya estado en contacto con el cliente sabe que una cosa es lo que te dice y otra diferente lo que hace, es decir, no nos asegura el éxito de acción y, además, conlleva una pérdida tiempo y dinero.

La opción 3 es la respuesta más ágil y lean.

¿Por qué?

Porque queremos obtener datos reales lo antes posible, así que, una vez que hemos definido la idea de partida, implementamos (a pequeña escala) y lo más rápido posible la acción.

¿Cómo lo haríamos para tener éxito?

Sencillo:

(1) Primero debemos saber qué queremos hacer.

(2) Nos retamos preguntándonos cómo lo podemos hacer realidad lo más rápido y barato posible (aunque quede un poco cutre). Lo de «barato» es una restricción que sirve para fomentar soluciones creativas.

(3) Cuando hemos definido el qué y el cómo, nos centramos en la recogida de resultados mediante la implementación. Para ello hay que definir qué vamos a medir (indicadores clave) para saber si la iniciativa está teniendo el impacto deseado.

Ojo: ya no estamos pensando en abstracto, sino sobre algo concreto y objetivo que se ha derivado de una acción.

(4) Por último, analizamos los resultados. Si va bien, invertimos en hacer bien los folletos, para que queden bonitos y escalamos la iniciativa a un área mayor de clientes. Si va mal, analizamos y cambiamos el curso de la acción

Y, si hace falta, empezamos un nuevo ciclo.

Conclusiones finales

Aparte de mi amigo que mencionaba más arriba, conozco a emprendedores muy exitosos. Y, aunque no los calificaría de «mentes brillantes», sí que destacan claramente por su marcada orientación a la acción.

Su éxito se basa en su habilidad para salir ahí fuera a hacer cosas reales.

 Si tienes algo mente, no le des más vueltas: hazlo y ve qué pasa. Que tu acción sea la reflexión. 

Oscar Wilder decía que para escribir solo hacía falta tener algo que contar y contarlo. Pues para transformar tu negocio y lograr tus objetivos, solo necesitas dos cosas: saber qué quieres hacer y hacerlo.

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